El tipo de leche que reciben los bebés determina su flora intestinal. La leche materna no es solamente una de las principales fuentes de bacterias benéficas necesarias para que el bebé tenga una flora intestinal saludable, sino que además posee azúcares especiales para que estas bacterias sobrevivan.
por Claudia Moreno, Ph.D.
Fuente Imagen: Bifidobacterium longum. Mark Schell, University of Georgia, Athens, GA
En el cuerpo humano hay 10 veces más microbios que células humanas. Nuestro intestino es de hecho, el ecosistema bacteriano más densamente poblado que se conoce. Esta colección de bacterias, conocida como microbiota, es un componente activo de nuestra fisiología, ayuda a regular el metabolismo extrayendo energía de fuentes que el cuerpo humano no puede digerir, regula ciertos genes que controlan el almacenamiento de grasa, sintetiza vitaminas esenciales y regula el sistema inmune. Además varios estudios han mostrado que alteraciones en la microbiota del intestino están relacionadas con diferentes enfermedades incluyendo diabetes, obesidad, asma, alergias y enfermedades de inflamación del colón.
Sorprendentemente los bebés antes de su nacimiento son prácticamente estériles y su cuerpo no posee bacterias. Es hasta después del nacimiento que las bacterias colonizan su cuerpo. Pero etonces, ¿Cómo llegan las bacterias al intestino y qué favorece su crecimiento? El tipo de parto y el tipo de leche que los bebés reciban son dos factores determinantes.
La primera dosis de bacterias benéficas que recibe el bebé se da durante el parto vaginal, al pasar por el canal, el bebé se cubre con una capa de microorganismos benéficos como los lactobacilos que migrarán por su boca y llegarán a su intestino. Cuando el bebé nace por cesárea su cuerpo recibirá, en su lugar, una dosis de bacterias propias de la piel.
El tipo de leche que reciban los bebés es un factor que regulará que bacterias poblarán el intestino. Comparado con los bebés alimentados con fórmula, los bebés alimentados con leche materna tienen grandes cantidades de bífidobacterias, el género más abundante de la microbiota intestinal. Esta diferencia se debe a dos factores: la leche materna es una fuente de bífidobacterias y además contiene azúcares esenciales para su supervivencia.
Un gran número de estudios ha mostrado que la leche materna es una de las principales fuentes de transferencia de bacterias benéficas, incluyendo, además de las bífidobacterias, lactobacilos, estafilococos y enterococos. La exposición de los bebés a esta microbiota parece ser clave en la protección que la leche materna confiere contra diversas enfermedades respiratorias y gastrointestinales como el asma, la enterocolitis necrótica, infecciones de oído y alergias. Esta ventaja no solo favorece a los infantes sino que al parecer está muy relacionada con la susceptibilidad de padecer esas y otras enfermedades como la obesidad y la diabetes durante la vida adulta.
Además de proveer las bacterias necesarias para establecer la flora del intestino del bebé, la leche materna promueve el crecimiento de la microbiota, inhibiendo el crecimiento de bacterias peligrosas para la salud. Las bífidobacterias se alimentan exclusivamente de azúcares presentes en la leche materna. Estos azúcares, conocidos como oligosacáridos de la leche humana (HMO, human milk oligosaccharides) son el principal alimento de las bífidobacterias.
Un grupo de la universidad de California en Davis, liderado por el Dr. David Mills ha estudiado con detalle las bífidobacterias y en su último estudio publicado esta semana en la revista Applied and Environmental Microbiology, muestra cómo las bífidobacterias además de alimentarse del los HMO libres en la leche, son capaces de usar azúcares que se encuentran unidos a proteínas (glicoproteínas). Las bífidobacterias han co-evolucionado con la leche materna y son capaces de producir una enzima que es capaz de cortar estas glicoproteínas liberando los azúcares para así aprovecharlos.
De esta forma la leche materna es fuente y sustento de la flora intestinal que nos protege durante la infancia y la vida adulta.
REFERENCIAS
Gordon et al. Extending Our View of Self: the Human Gut Microbiome Initiative (HGMI).